jueves, 3 de mayo de 2007

Cuento masai


Un día, el elefante le dijo al dios de la lluvia:

-“Te sientes muy orgulloso de haber cubierto de verde la tierra, pero si yo arrancara toda la hierba y todos los árboles y todos los arbustos, ya no quedaría nada verde. Que harías entonces?

A lo que el dios de la lluvia contestó:

-“Si yo suprimiera la lluvia, tampoco habría nada verde, y tampoco tú tendrías nada que comer. Y entonces, qué harías Elefante?

El elefante se quedó un momento pensativo, y, a golpes de trompa, comenzó a arrancar todos los árboles, los arbustos y la hierba, en clara señal de desafío.

El dios de la lluvia hizo que dejara de llover y pronto el desierto se extendió por todas partes.

Al cabo de los días, el elefante se moría de sed, desesperado, cavaba en los lechos de los ríos, tratando de encontrar agua.
Al final, se rindió y le lloró al dios de la lluvia.

-“He sido soberbio, y me arrepiento. Por favor, no lo tengas en cuenta, y haz que llueva de nuevo.

Pero el dios de la lluvia permaneció en silencio.

Los días seguían pasando, cada uno aportaba un poco más de calor que el anterior.

El elefante mando al gallo para que intercediera por él ante el dios de la lluvia.

Después de mucho buscar, el gallo lo encontró escondido detrás de una nube, y le suplicó que hiciera llover. Tanta insistencia y elocuencia tuvo el gallo, que el dios de la lluvia se ablandó y prometió enviar un poco de lluvia.

Así lo hizo y la lluvia que cayó formó una pequeña laguna cerca de la casa del elefante.

Al día siguiente, cuando el elefante salió a comer le encargó a la tortuga que vigilase el agua empantanada...

-“Si alguien se acerca y quiere agua, le dices que es mi reserva personal, y que nadie puede beber de ella.

Y dicho eso, se marchó a buscar su comida. En cuanto se hubo ido, los demás animales, sedientos, se acercaron a la laguna, deseosos de beber agua, pero la tortuga, siguiendo las instrucciones, no les dejó beber.

Pero en cuanto llegó el león...

En cuanto llegó el león, apartó a la tortuga, sin dejarse impresionar por su discurso, y comenzó a beber agua; los demás animales, animados por el ejemplo, se acercaron de nuevo, dispuestos a beber.

Cuando el elefante regresó a su casa, no quedaba más agua en la laguna, riñó a la tortuga por no haber sabido cumplir con la labor que le había encomendado. La tortuga trató de disculparse, y explicar que ella no era más que un pequeño animal, a quien nadie le debía respeto. Que podía hacer ella ante todos los animales sedientos?

El elefante con gran furia, alzó su pata delantera, dispuesto a aplastar a la tortuga, pero, por suerte, su caparazón la protegió.

De repente, entre las nubes, se alzó una voz, la del dios de la lluvia, que les dijo:

-“No sigáis el ejemplo del elefante, no desafiéis a quien es más poderoso, ni destruyáis lo que podáis necesitar en un futuro, no encarguéis al más débil a que vigile vuestras pertenencias, ni castiguéis a un servidor inocente.
Y sobre todo, no seáis orgullosos ni tratéis de quedaros con todo, dejad que los necesitados compartan vuestra buena suerte.

La Poesía del Dios de la LLuvia

Me gustas simplemente
por el sabor de tu frente
aunque no soy indecente
te llevo siempre en mi mente

Si llueve en tu tejado
siempre me veo reflejado
con Neptuno me enfado
y a Poseidón le halago.

Bajando la persiana
vendrás hoy o mañana
y si no tienes mala gana
no te metas en la cama

En el desierto de Nubia
si miras al cielo
verás la lluvia, en cambio,
en el suelo, verás tu pelo

Legolas 1º A


miércoles, 2 de mayo de 2007

El frondoso árbol



En invierno pelado, nevado
en primavera fresco, florecido
en verano seco, soleado
y en otoño naranja, decaído.

Pasa un perro a su lado.
Se acerca al árbol frondoso,
Ladra y ladra el condenado
tumbado se queda el soso.

Llega la noche, ha oscurecido
se marcha el perro, hace frío.
¿Volverá el perro enamorado
de ese árbol tan querido?